La realidad de las redes de agua potable en Lanzarote y La Graciosa
Un día cualquiera, da igual que pueda ser un lunes, miércoles o un domingo, una zanja se abre en mitad de una calle: los operarios trabajan con rapidez para reparar una avería en la red de agua. Antes de ponerse manos a la obra, han dedicado un tiempo a inspeccionar la red del lugar para localizar la avería, analizarla…Los vecinos de la zona han dejado de tener agua en sus casas porque el suministro ha tenido que interrumpirse para poder afrontar los trabajos. Escenas como esta son familiares en la isla y ponen de manifiesto por qué las averías forman parte del día a día del suministro. Y no es casualidad: las tuberías, igual que las carreteras o las casas, tienen una vida útil. Con el tiempo se desgastan, se debilitan y terminan rompiéndose.
En Lanzarote y La Graciosa este fenómeno es especialmente visible, porque la red arrastra décadas de antigüedad y soporta un uso muy intenso. El resultado es que cada año se registran miles de reparaciones que, aunque suelen resolverse en pocas horas, explican un dato preocupante: más del 55% del agua producida se pierde por el camino antes de llegar a los hogares. En una isla que depende al 100% de la desalación –un proceso costoso y que consume mucha energía- cada litro perdido tiene un gran impacto. Además de suponer una merma en los caudales que son necesarios distribuir para dar respuesta a la demanda, obliga a interrupciones programadas y continuas en muchas localidades y pueblos de las dos islas.
Una red extensa y compleja
El sistema insular de agua potable se extiende a lo largo de 1.500 kilómetros de tuberías. Se divide en dos grandes “carreteras subterráneas”:
- Red de transporte: grandes conducciones que llevan el agua desde las desaladoras hasta los depósitos principales.
- Red de distribución: tuberías más pequeñas que reparten el agua desde los depósitos hasta cada vivienda.
A esta infraestructura se suman los 316 km de la red de agua regenerada, destinada al riego agrícola o a las zonas verdes. En total, algo más de 1.800 km de tuberías bajo nuestros pies, un entramado invisible del que depende la vida diaria en la isla.
Por qué se rompen
Las causas de una rotura son múltiples, pero en Lanzarote suelen coincidir varias:
- Antigüedad: los tramos más viejos se quiebran con facilidad.
- Materiales obsoletos: tramos antiguos de fibrocemento y acero que, tras décadas en servicio, se han vuelto frágiles y superan con creces su vida útil. Estos materiales concentran buena parte de las roturas.
- Presión: las variaciones necesarias para garantizar el suministro hacen que las tuberías se dilaten y contraigan. Es como si cada día infláramos y desinfláramos un globo: al final el material cede.
- Terreno y obras: el peso de la maquinaria o los movimientos del suelo afectan a las conducciones.
Por eso julio y agosto suelen ser los meses más exigentes. En julio de este 2025, por ejemplo, se superaron las mil actuaciones por parte de Canal Gestión en la red, con más de 30 intervenciones diarias.
Hoy, tres de cada cuatro kilómetros de red de distribución de potable y regenerada son de PVC o polietileno, materiales modernos, pero aún persisten más de 100 km de fibrocemento, el material más problemático, y por ende, los tramos que concentran buena parte de las roturas: han superado de sobra su vida útil.
Una radiografía municipal
Las roturas no afectan a todos por igual. Según los datos históricos, cuatro municipios concentran más del 75% de las incidencias. Siempre son Arrecife, Teguise, Tías y San Bartolomé. La explicación es clara: son los más poblados, con mayor densidad de viviendas, y en el caso de Teguise, una red muy extensa.
En cambio, Tinajo y Haría son los más tranquilos, con menos roturas cada año. Yaiza se mantiene en una posición intermedia. Esta desigualdad ayuda a entender la magnitud del reto: el esfuerzo de reparación se concentra en las zonas donde más gente vive.
El gran reto: reducir pérdidas
Cada avería reparada o fuga invisible detectada es importante, pero el verdadero desafío es reducir las pérdidas de agua en red. Los datos lo confirman: En 2024 se produjeron 31,2 millones de m³ de agua en la isla, pero solo 13,6 m³ llegaron a consumo. El resto, más del 56%, se perdió en fugas y roturas.
Eso significa que por cada litro que llega al grifo de un vecino, algo más de otro litro se ha quedado en el camino.
Una historia de agua en Lanzarote
La isla pasó de vivir pendiente de los aljibes y de las lluvias a contar con desaladoras y redes. Pero, como siempre, la batalla sigue siendo la misma: que el agua no se pierda.
Renovar los tramos más antiguos, especialmente los de fibrocemento, es la clave para reducir pérdidas y ganar eficiencia. Y lo ideal es hacerlo aprovechando las obras municipales de asfaltado y mejoras de calles, de forma que cada zanja abierta sirva para mejorar también lo que no se ve: las tuberías. Modernizar la red no es solo una cuestión técnica: es la garantía de que cada gota, producida con tanto esfuerzo, llegue a quien la necesita.
En Lanzarote y La Graciosa, hablar de agua es hablar de presente y de futuro. Porque cada gota que no se pierda es un pequeño triunfo colectivo para una isla que ha aprendido, desde siempre, a luchar contra la escasez.